24 de febrero de 2012

Misceláneas de la mexicanidad


"Ocurrires", miradas y sensaciones sobre lo poquito que conocemos de esta inmensa tierra, la caja de Pandora…


Des-Trabalenguas
Aquí en México los cordones de los zapatos son agujetas; las polleras, faldas; los bajitos, chaparros; lo picante, picoso; las camperas, chamarras; las remeras, playeras; llamar se dice “marcar”; los bondis, camiones; las zapatillas, tenis; y los tacos, zapatillas.
Los pesos mexicanos son baros; el quilombo es desmadre; lo trucho, chafa; lo que está bueno es chingón; la gente de piel clara es güera (jerarquía en un mundo de verticalidades, vio?); las mujeres conchudas son unas pinches culeras; los hijos de puta son hijos de su chingada madre.
Los niños no son pendejos –nunca, nuncaaa!-, sino chavos, o chamacos- ; los sanguches son tortas; y las tortas son pasteles; las facturas son panes dulces; y el pan dulce, pudin; los chetos son fresas; y las fresas, nuestras frutillas. La remolacha es betabel; las paltas, aguacates; los maníes cacahuates.
Las despensas son abarrotes (o tendejones, dependiendo del tamaño del abarrote!); los mercados son tianguis; las heladerías paleterías. Alquilar es rentar; atención es atendimiento; los autos son carros; la ruta, carretera; y los jipis haciendo dedo intentan irse de ride (peor en Venezuela, donde es pedir la cola…)
Los clavos son pijas; hay panes de concha y dulce de cajeta. La bendita maconia es mota; las mujeres son “viejas” (morras en el lenguaje de la calle callejera); las tetas son bubis; las cervezas son cervezas –claras u obscuras-, pero siempre caguama (1.200 cm3, qué mierda!)!


Sabor (y olor) a tí. -apuntes gastronómicos-
México sabe a tacos, frijoles, enchiladas, chilaquiles, pozole, gorditas, chicharrón, chapulines, sopes, carnitas, tortas, mole, guacamole y guáaaacala a veces de tanto picor. México sabe a chileeeeee!!! Fruta con chile, medialunas con chile, palomitas de maíz con chile, cerveza con chile. La disquisición gastronómica sobre si condimento, ingrediente o pura mexicanidad nomás. Si habanero, de árbol, jalapeño o chipotle. Eso sí, guarda con los colores, que es como en las ranas: cuanto más colorida la cuestión, más peligrosa!
A cada pueblo su especialidad culinaria: los tamales oaxaqueños; los salbutes, los panuchos, la cochinita pibil y el relleno negro del gran Yucatán; el pan de cazón campechano; el mole poblano; los tacos de guisado en Cuernavaca; las nieves tepoztecas y la mar en coche. A ver; y la mar en tortilla -de maíz, que de harina –de trigo- es para la “fresitud”-. Marche todo con limoncito, por favor (hasta la sopa y los maníes, que te chupás los dedos!)
Ah! Y ojo al piojo! La mayonesa y el catsup (No ketchup, Catsup) para las pizzas, nunca para los tacos (únicamente bajo riesgo de deportación).
Un mundo de sensaciones, resumiendo. Pero a relamerse en el carrito de la calle o en medio del tianguis, que nunca en el restaurante turisteiro, por favor! No por la foto exótica nomás, que eso sería vanalidad irreverente, sino por el gusto del sazón amasado con sabiduría.
México sabe, definitivamente, también a pulque. Al pulque de la raza, de las pulquerías de mala muerte que sirven en jarra de plástico con embudo pa´ acertar en el vaso. A pulque de avena, de piña, de guayaba, de jitomate. Imperdibles. Eso sí, alta probabilidad de daños colaterales: la venganza de Moctezuma a los güeritos desprevenidos en medio del dulzor.
Esta tierra sabe a mezcal, aguamiel, tequila, licor de agave… Con sal y naranja, los caballitos que aguante la sesera. Ah!, sumando singularidades lingüísticas: la resaca es cruda, y hay quien recomienda los “toques” pa sacarla. Sólo testimonia quien prueba!
Pero el mundo de sabores es muuuuucho más increíble todavía, señores!: Agüitas frescas se venden!! De Jamaica y de horchata –arroz-; de chaia con limón, de nopal, de guanábana, de…. Si usted no es un turista gastronómico, recomiendo de todas formas un aventón temerario para probar al azar las maravillas de este país.
Sea cual fuere su aversión al riesgo en materia comestible, vaya al mercado, selecciones entre las decenas de frutas desconocidas y agradezca a la madre tierra por tanta bondad.
Postres de a miles. Colores lisérgicos. Puesto number one en el top ten: las paletas de Kiko, que vienen limándome el cerebro desde la infancia.
Pero digamos también sobre otros sabores de la mexicanidad gastronómica: los de importación. Sobre el cafecito de Starbucks que acompaña la torta del desayuno mientras la labor diaria convoca a los 9 millones de defeños en la zona metropolitana. De casi-litro, combo agrandado sin agregar cincuenta centavos. Y aquí viene la singularización indispensable: café de mango, de vainilla, de frutas tropicales varias–eso sí, sin chile, no sea cosa de aventarse con tooodo, eh?-. Sepamos, igualmente, que sí hay opciones económicas de hechura nacional; alternativas genéricas que sirven lo mismo. Hasta venden café en lata!! La colonización de Sex and the city por estos lares… Inevitabilidades de la contigüidad…
Lo de “Green-go” tampoco aplica al mercado golosinero!!! Malvavisco: artificialidad gomosa variopinta en colores y formas, susceptible de ser quemada sobre el fuego al mejor estilo campamento boy scout, versión mexicanizada. Mashmallow para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero, a peso, a peso!
Eso, y el queso americano (el de la Mc-hamburguesa ), la miel de maple para los hot cakes y las donas de Homero… La norteamericanidad al palo en materia culinaria, bah.
Olores, latinoamericanos. México huele a maíz, a chicharrón, a guayaba, a café…; como Venezuela huele a gasolina, Ecuador a pescado frito y Cuba a caña.
Mezclas, convivencias, apropiaciones, imitaciones, herencias ancestrales y tradiciones, originalidades de la modernidad: la cocina mexicana. Los alimentos de los antiguos, las asimilaciones cuando comenzó la Nueva España y las importaciones etiqueta azul del neo imperio.


Musicalidades
México (me) suena a las olas tranquilitas del Caribe; a los monos aulladores de Palenque; a la chimenea del vendedor de camote con leche condensada; al atasco automovilístico del DF; a los jarochos de Veracruz; a las ofertas de los vendedores en los tianguis; a los charros de la Plaza Garibaldi; a los niños golpeando las piñatas de barro en las posadas (“dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino!”); a la música tocada para los muertos queridos los 2 de noviembre en los panteones; a las campanas en la iglesia de Valladolid; a los boleros que escucha Jesús en Lerma, a los gallos diabólicos de Santa Elena; a la Euge cantando Pappo; a las ranas que escuché esa noche en Cobá.
Esta tierra me suena al maya de Yucatán y al náhuatl balbuceado de Gaby en el restaurante argentino, pero también a las explicaciones en cinco idiomas de los guías en Chichén Itzá. México, la babel de 67 lenguas vivas.


Veo-veo
El verde de la hoja de palma en el tamal; los azules y amarillos en la casa de Frida y Diego; santa ritas de colores rebalsando por los patios; maíz azul; chile verde, chile rojo, chile…
Virgencitas de Guadalupe en todas las casas; calaveras vestidas y muertos festejados; guayaberas y hamacas en lugar de camas; casas de empeño cada 5 cuadras; centros históricos recién pintados para los turistas y periferias empobrecidas; la basura orgánica e inorgánica clasificada; güeros ocupando los primeros asientos y los morenos mirando detrás en espectáculos de entrada libre (territorialidades obscenas); primerísimos primeros planos de cadáveres mutilados por el negocio de la bolsa; a todas las personas diciendo por favor, permisito, perdón y gracias, “tu casa es mi casa”; a todos los mexicanos deteniéndose a dar una explicación sobre cómo llegar al lugar que pregunté.
Las seños hablando en maya con sus wipiles, puntuales en la misa dominical; “Prohibido escupir”/ “Respete las damas” en los colectivos; vagones exclusivos para mujeres en el transporte público; los defeños apilados en las filas para entrar al metro (y ni un insulto); campañas penosas y esperanzas escasas en este año electoral; mujeres miradas con hostigamiento; mujeres que aprendieron a desear ser tratadas como reinas soportando pesares esclavizantes; mujeres que se defienden y levantan la voz. Muchas manos cocineras, bordadoras, costureras, alfareras, artesanas; incansables y hacedoras.
Sometimiento ancestral, pero también Revolución y resistencia; revoluciones históricas y revoluciones domésticas, de las que hacen historia por insistidoras y de voluntades firmes.
Veo la posmodernidad arquitectónica del DF, vigilante, mirando hacia El país del Norte.
Y también veo el legado de los antiguos, la luz (no encuentro palabras, no me queda más que sentir y agradecer…) Veo México-iglesias cimentado sobre los dioses caídos- la refundación arrasante-. Dinero para engordar las arcas estatales con las dos cronologías (los orígenes y la imposición); empate técnico, inconmensurabilidad.
Reflejos de argentinidad en la mexicanidad. Hermandad latinoamericana. Raíces profundas, marcas ancestrales. Singularidades. Contrastes de los sutiles y bellos; contrastes de los bárbaros y obscenos. México-caleidoscopio; México-maravillas…


Urdiendo belleza... (Tepoztlán)
Virgencita de mi vida (Cuernavaca)
Ricuras pa deleitar el paladar (Taxco)

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6 de febrero de 2012

Con ustedes, la belleza imponente y energética de Chichén Itzá!!

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Y luego (y por encima) fue Nueva España...
                                                  Ciudades yucatecas


Izamal
Valladolid
Mérida
Campeche, la ciudad amurallada
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Siguiendo la ruta maya por Yucatán:
                                       el legado de los antiguos...

Las ruinas de Cobá
Kabah, impasible, maravillosa...
UXMAL...
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