13 de marzo de 2012


Beneficios colaterales:
de causas y azares…
(volviendo al santo oficio de la veleta)


Primera parada: La Riviera Maya!


Avión directo México -Cancún. Sin pretensiones de alto voltaje, sólo aerolínea baratísima. Fin de fiesta, experiencia per se: asientos elegidos en el momento de subir -cual reses yendo al matadero; fenómeno de masas, caímos donde pudimos: apilados en asientos del medio, cabezas rígidas, ni pedacito de cielo logramos de ver-. Guitarra que vale por perro (imposible costear este animalito de compañía que planéabase para juntar la moneda y calmar los momentos personales de desasosiego, que a veces los hay en estos viajes…). Aterrizaje sin instrumento, con la promesa de lucha contra los apegos burgueses, restituida y reforzada.


Cancún Cara A: ciudad de turismo nacional, comida de carritos en el Parque de las Palapas, algunos gringos escapados de sus fortalezas recorriendo la avenida principal. Reventa de artesanías hechas por manos mexicanas, malayas, chinas, a ritmo de explotación; precios europeos.
Cancún Cara B: veintitrés kilómetros de lujo sin respiro a la orillita del mar. Cinco estrellas, más cinco estrellas, más cinco estrellas, y así sustantivamente (que no sólo sucesivamente, verdad?). All inclusive, prisiones del confort.

Otra vez las dimensiones paralelas -el jardín de los senderos que se bifurcan-. Y las mil caras del Cancún que no conozco…


Así de repente, alégrome por estar al otro lado de la cerca. Reivindicación personal del camino nomás, que no desprecio o mera envidia a la canadiense que acabo de ver acostada en una reposera, cerveza en mano, mirando una película en su netbook frente al Caribe majestuoso y bonitísimo de tanto azul, eh?


Descansando en la “teoría del derrame” dimos por sentado que, habiendo tanto turista con dinero, naturalmente el efectivo se repartiría entre todos en la Riviera Maya (hoteles, restaurantes, bares y… hippies que intentan ser artesanos). Ingenuidad infantil: la torta no se reparte tan fácil y las paradas están copadas; los kiosquitos se defienden con uñas y dientes, claaaaro! -cómo es que el artesanato no está sindicalizado aún?-
Repetición de la historieta a lo largo del Yucatán sembrado de turistas (nosotros: “somos artesanos, queremos hippear" - ellos: "no al hostigamiento ambulante de los reyes del consumo regulado!").


Stop. Redireccionamiento obligatorio. Retrocede un lugar (o avanza varios casilleros, dependiendo de la mirada…)


 Destino: Valladolid!
Paradas siguientes: donde caiga la noche! Aprendizajes gracias a la falta del vil metal


Sin dinero y sin coyote, canta Lila... Esto cómo sigue? Elusión de las grandes ciudades, a pueblear se ha dicho!
Mapa en mano, escudriñamiento de los pueblitos más chicos, puntos infinitos en la búsqueda de tesoros.

Siguiente casillero: haciendo dedo por LA LIBRE. Sol maldito y conductores veloces que pasan de largo! Olvido automático de la paciencia como trabajo. Pienso por un instante que el viaje de 1 h 15 minutos en el 132 para ir al laburo no era tan estresante; actualizo la disquisición: trabajar todo un año por quince días de libertad viajera o libertad viajera full time con trabajitos como este… En esas ando con mi pepe grillo cuando frena un traillero y decide levantarnos (just on time). Siempre me salva la campana de la tormenta neurótica en puerta.
Desayuno maravilloso! (te apetecen tortillas hoy?)
Llegamos. Lo bueno de bajar en la ruta es que uno va entrando al pueblo de a poquito. Oliendo el maíz de las maquilas; viendo los niños en sus bicis; los perros con hambre crónica; las seños sentadas conversando en las puertas de las casas (espío para adentro y encuentro las hamacas que se mecen todavía); los hombres con sus sandalias, sus camisas blancas y sus sombreros de palma, volviendo de trabajar. Especifiquemos: dependiendo de la hora, el escenario pueblerino. Tal como cuento, a partir de las cinco de la tarde, que antes ni un alma perdida… Igualito que en mi patria chica, bah!
Noche en Holpechén (bien acompañados, no?)

Preguntamos dónde queda la plaza principal para empezar a reconocer el territorio. Dejamos las mochilas y nos sentamos.

Intento de aprender sobre las bendiciones del saber estar; de acomodar -escribiría la palabra “deconstrucción”, pero he abandonado ciertos vicios por ahora…- nuestro tiempo al tiempo de un pueblo que sigue el ritmo de la pacha y sus posibilidades. Rola la magia: la contemplación transmuta en apropiación, respeto.

Conversamos con los hombres que toman fresco en la plaza, a veces con la señora que vende chicharrones, con los chavitos que más se atreven a averiguar qué onda los güeros con mochilotas. A esta hora que cuento –cae la noche calurosa en Yucatán-, suelen sonar las campanas de la iglesia, que abre sus puertas un rato. Si no charlamos, compartimos nomás el asiento con alguien cruzando un par de palabras.

Cuando sale la luna y cae el fresquito, apura la necesidad de rinconcito pa´ descansar. Aquí es donde entran felizmente en escena los señores polis, sponsors oficiales de este Tour Latinoamérica 2011-2012. Debemos reconocer que a nosotros no nos ha amparado nunca la Iglesia, mas sí el Estado!!! Vamos directo a la Comandancia Municipal y, bajo los arcos del Palacio, sorprendentemente se arma la carpita viajera. Dormimos cuidados por “la banda policial” que hasta nos presta sus baños y la regadera (ellos no quieren sucios bajo su protección, vio?). Como la Comandancia es el centro neurálgico de los pueblos, solemos tener nuestros cinco minutos de fama y todo! A la mañana siguiente “aquí no ha pasado nada” y salimos a comprar tortillas con paso seguro.

Pero como las soluciones fáciles nos aburren, esto de “La Ley” cuidando nuestras espaldas se torna rutina y necesitamos un cambio de aire. Opciones? según caiga la moneda.
Tocó dormir en la playita, y ahí nos encontramos con Jesús. El posta, viajero del tiempo. Casucha de campaña armada al borde de su restaurancito rústico que vende camarones. Compañía silenciosa y sanadora con fondo de boleros y bajamar. Bendición no por la cerveza compartida y las tortas del desayuno madrugado (felicidad gastronómica de no olvidar); sí por la nobleza de una hermandad reconocida.

Tampoco nos privamos del ecoturismo. Léase: acampe al mero borde de laguna-plagada-de-cocodrilos (serían caimanes?). No es exageración, que sí subestimación de los carteles indicando fauna peligrosa en Cobá –corroboración a la mañana siguiente, cuando los vimos dejarse llevar tranquilamente por la corriente-. Vecinos que nos enseñaron a balbucear maya, vecinos de fogón compartido y tortilla caseritas.

El paso por Quintana Roo, Yucatán y Campeche. Azares y encuentros felices: la buena gente. La que no aparece en las fotos porque el impulso coleccionador de postales se detiene frente a las experiencias importantes y las preserva de la cosificación -hay registros más profundos para ellas-. La gente que nos compartió su andar, guiando estos pies nuestros en a búsqueda de cualquier camino que tenga corazón, como dice mi hermano con alma musicalizada por La Renga y su reciénestrenada libertad…